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Mis miedos, tus miedos, nuestros miedos

20 de septiembre de 2013

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Ya hablé del miedo hace algún tiempo, pero lo retomo, porque la semana pasada terminé hablando de esto y se me quedó la mano caliente con este temita que creo resulta interesante, porque la cultura lo ha convertido en un asunto rosa, como las novelitas que pululaban durante mi adolescencia y casi todas las firmaba una tal Corín Tellado -que por cierto nunca llegué a saber si en verdad era una mujer o un consorcio-  pero centrándome en lo que nos interesa, queda claro que lo que digo es que el miedo parece haberse convertido en un feudo femenino, por obra y gracia de criterios ancestrales en que se nos deposita a las mujeres la debilidad, fragilidad, vulnerabilidad, como atributos muy de mujeres, con los cuales nos hacemos deseables, sensuales, atractivas y fundamentalmente, nos hacen protegibles, llevando a que los hombres sean los príncipes que llegan en un caballo blanco -en la versión moderna en un carro blanco y si tiene aire acondicionado mejor- para salvarnos y librarnos del peligro. Y la imagen que puse fue intencional y estoy segura que pensaron en la princesa encerrada en la torre de un castillo que es liberada por el valiente príncipe, y es que desde tiempos muy antiguos la sociedad le ha dado sexo a las emociones; el miedo es para las mujeres, por lo que los hombres tienen que ser valientes ¡pobres hombres que nunca sentirán la emoción de ser rescatados de un castillo encantado!. También en la feminización del miedo es que las mujeres valientes han sido vistas como masculinas, en buen español, como marimachas, siendo tan peligroso que a no pocas les ha costado la vida como a Juana de Arco, porque ¿Cómo permitir que una mujer haga trabajo de hombres? Y ustedes se dirán que esos tiempos pasaron, que quedaron atrás, que ya las mujeres pueden volar aviones caza, ser jefes de estado, y es cierto, pero ¡cuidado! que no es tan fácil cambiar las mentes y hasta ahora no he conocido un hombre que no le guste ser el macho sin miedo que mata las cucarachas en su casa o que haga cualquier otro acto valiente.  Y repito que eso nos lo trae la cultura, y no estoy en contra de ese juego de seducción de valor masculino, siempre y cuando sea eso; un juego de seducción y no una sexualización (parece que acabo de inventar una palabra) de las emociones, y mientras que se trate de cucarachas, todo anda bien y mientras que de verdad a los hombres se les enseñe a manejar sanamente las emociones y no a reprimirlas y se les de espacio también a tener miedo, o sea, que sea lícito y muy masculino temer perder a su esposa o lanzarse de un trampolín muy alto sin que esto lleve a habladurías sobre su orientación sexual, todo va bien y seguimos con el jueguito. Y si las mujeres podemos ser las que matemos los ratones en la casa o sin miedo dirijamos un país o si somos las que lidiamos con los albañiles que están trabajando en la casa, pues repito; seguimos con el jueguito, que es muy agradable, igual que el de los Reyes Magos y ponerle agua y yerba a sus camellos para que traigan los regalitos, cuando los niños saben muy bien quien es quien y de donde salen los juguetes, pero esto hace la vida feliz. ¡Que no todo tiene que ser ciencia! Y yo no mato cucarachas porque de verdad me dan miedooooo…! ¿!!Alguien me ayudaaaaa!!?  jajaja.

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