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Obama contra el mundo

7 de septiembre de 2013

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Obama había partido esa mañana para Rusia, donde la Cumbre del G-20 lo esperaba.
Mientras, en el Congreso estadounidense, por segundo día consecutivo, los más cercanos colaboradores del mandatario quedaban con la tarea de convencer a los legisladores en cuanto a que la agresión a Siria se haría de todas formas.
El secretario de Estado, John Kerry, ni siquiera miró para quienes con sus manos pintadas de rojo sangre, advertían con sus brazos en alto, la negativa de acatar la orden del Premio Nobel de la guerra.
Quienes protestaban lo hacían a nombre de una gran parte del pueblo estadounidense que no quiere que su país se involucre en una nueva contienda bélica, reflejan las encuestas.
Según despachos de prensa hay una mayoría de norteamericanos que recuerdan a Iraq y las mentirosas acusaciones de Bush referidas a que tenía armas prohibidas, que luego de la invasión se comprobó que era incierto, pero ya habían muerto miles de personas, muchos de ellos civiles.
Ahora, la acusación de Obama es el supuesto empleo de armas químicas por parte del gobierno sirio, algo no demostrado y más de una vez desmentido por las autoridades de esa nación árabe.
De acuerdo con un último informe presentado por el Centro de Investigaciones Pew, el 48% de los estadounidenses se opone a un ataque contra Siria, frente al 29% que lo apoya. Mientras, el diario The Washington Post y la cadena televisiva ABC publicaron que el 59% los ciudadanos eran contrarios a la idea y el 29% los que la favorecen.
Al respecto se recoge en el citado reporte que el 74% no apoya el ataque a Siria por sus posibles consecuencias; un 61% es contrario a involucrarse en otra guerra: y un 51 expresa que tales ataques no lograrán los objetivos planteados por Obama.
De espalda a la opinión popular, el comité de relaciones exteriores del Senado aprobó por 10 votos contra 7 una resolución autorizando la eventual acción militar.
La reunión congresional del lunes no tiene otra expectativa para Obama  que la de querer mostrar al mundo el apoyo a su decisión, o lo más burdo aún, identificar la misma con la palabra democracia, cuando hay una mayoritaria población estadounidense que se manifiesta contraria a esos ataques.
De todas formas, mientras ese espectáculo de pésima factura toma forma, un presidente Obama, Nobel por equivocación, insiste ante aliados y no aliados en la reunión de la Cumbre del Grupo de los 20 en San Petersburgo, Rusia, sobre la necesidad de usar las armas contra la nación árabe.
En aquella cita el mandatario norteamericano ha tenido que oír voces contrarias de dignos mandatarios latinoamericanos, así como de Rusia y China.
En el área más cercana al conflicto, en los mares que rodean a Siria, portaaviones cargados de cruceros, alistan esos medios para cuando se dé la orden de ataque.
También el Pentágono ya tiene listos sus medios bélicos emplazados en varias bases militares radicadas en Turquía, Arabia Saudita y otros países cercanos.
Una vez más, Obama está contra el mundo e impone la fuerza por encima de la razón, como hicieron muchos de sus antecesores que ocuparon la silla presidencial en la Casa Blanca.

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