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América y José Miguel VII

6 de septiembre de 2013

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Sin embargo, el mejor homenaje a América Arias fue la gratitud del pueblo, que guardó luto aquel 20 de abril de 1935, día de su fallecimiento, y luego acompañó su sarcófago hasta el panteón donde yacía José Miguel Gómez, su esposo, amado desde la adolescencia. Personas humildes llevaron durante mucho tiempo flores a su tumba, fue ese el monumento más bello dedicado a América; recordaron no a la esposa y madre de presidentes de la República, sino a la mujer que contribuyó con varias asociaciones piadosas, que presidió durante muchos años la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad en la iglesia de la Merced de La Habana y el Patronato de Damas del Asilo San Vicente de Paúl.  En la memoria  guardaban   los hogares habaneros que América restauró con su patrimonio la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Calabazar; asimismo, que fundó la escuela de tipografía, mecanografía y taquigrafía, plantel administrado por las Hijas de la Caridad, oportunidad para muchas jóvenes de prepararse gratuitamente para ejercer un oficio; muchos, no olvidaron las visitas diarias de la primera dama América Arias a familias pobres de la barriada de Centro Habana para llevarles ayuda económica y alivio espiritual.
En esta idea,  nos conduce Emilio Roig de Leuchsenring al expresar su argumento sobre el tema de un posible cambio de nombre del hospital materno después del triunfo de la Revolución; en su momento,  el Historiador afirmó que esa instalación  no llevaba el nombre de América Arias por haber sido ella madre y esposa de ex-presidentes de la República, sino por ser una capitana ilustre, mensajera y enfermera de los combatientes de la Guerra de Independencia.  Su criterio final dejaba sentado que si alguien merecía que ese hospital llevara el nombre de una persona, era doña América –como le decía el pueblo–, pues fue amiga de los pobres y dedicó sus influencias a favor de las causas nobles.


América y José Miguel asentaron una familia estable, como era de esperar, de activa vida social, sobre todo, durante los años de la presidencia del general.  Mencionados por la prensa, hemos conocido los nombres de sus hijas Manuela, Petronila, Marina y Narcisa Gómez Arias. El hijo más conocido de este matrimonio es Miguel Mariano, figura de relieve en la política nacional en las décadas de 1920 y 1930.
Abogado de profesión, graduado en la Universidad de La Habana, Miguel Mariano, también espirituano, nació el 6 de octubre de 1890, interregno entre la Guerra Chiquita y la Guerra de 1895. En 1914, electo Representante a la Cámara con veinticuatro años de edad, comenzó su vida política cuando la de su padre –terminado su período presidencial–  estaba aún viva. Ese escaño, lo ocupó durante doce períodos hasta que participó en las elecciones para la alcaldía de La Habana en 1926, comicios en los que resultó ganador.
Su actividad como representante se desarrolló durante los gobiernos de Mario García Menocal y Alfredo Zayas; así, debió asistir a las sesiones de importantes disposiciones como la Ley de defensa económica –primer período de Menocal–, que determina la creación en 1914 de la moneda nacional, oficializada en 1915 para retirar de circulación las onzas españolas y los luises franceses y mantener la norteamericana como de libre curso;  la Ley de moratoria por el crack bancario de 1920; las leyes que autorizan al Poder Ejecutivo a concertar empréstitos por 40 millones de pesos con la banca norteamericana y la ley que deroga la corrupta ley de dragado de ríos y puertos, instaurada durante la presidencia de José Miguel Gómez, entre otras.

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