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¿Qué quiere Kerry?

6 de agosto de 2013

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Al sentar en la mesa de negociaciones al gobierno israelí con el representante oficial del pueblo palestino, Estados Unidos trata de acallar las voces de protestas de parte de la comunidad internacional por los abusos in crescendo del régimen sionista en las zonas ocupadas, convencer a Tel Aviv de ofrecer algunas migajas que contente a su contrario y aflojar la tensión en una región que se le está haciendo insostenible, debido a la diversidad de protestas contra entes en el poder que hasta ahora han contado con su aquiescencia.
Pero el secretario norteamericano de Estado, John Kerry, independientemente de sus deseos personales, sabe que su principal punta de lanza en el Medio Oriente está dispuesto a obstaculizar en grado sumo todo lo que concierne al futuro de Jerusalén, los derechos de los refugiados y el fin de los asentamientos, en un momento en que como si tal cosa, siguen implantándose nuevos colonos en áreas convertidas en fortalezas y que, de hecho, obstruye la consolidación de dos estados. Comentaba recientemente en el colega portal CubaSi que “Cisjordania ha quedado convertida en una prisión gigantesca, que obliga a los palestinos a elegir entre la emigración y la supervivencia en cantones aislados”.
Y es que allí impera -y esto no lo quiere tratar Kerry- la expropiación de tierras, el robo del agua, la creación de rutas exclusivas y la erección de muros que separan a las ciudades.
Y si ello pasa en Cisjordania, peor esta aún la situación del millón y medio de palestinos que habitan en la pequeña Franja de Gaza, bloqueada por Israel y nuevamente obstaculizada por el grupo de militares egipcios que depuso al gobierno de Mohamed Mursi.  Asimismo, aprovechando los errores que provocan la división entre los grupos revolucionarios palestinos, Israel vuelve a recurrir con más fuerza a los asesinatos selectivos de sus dirigentes, al tiempo que, en otro lugar, el Líbano, su  aviación vuelve a destruir campamentos de refugiados en zonas sureñas liberadas por el movimiento progresista Hizbullah, el mejor preparado militarmente contra Tel Aviv.
En este contexto, el gobierno sionista, independientemente de sus diversas tendencias internas, ha logrado que la población judía que apruebe mayoritariamente la represión ejercida a sangre y fuego por su gobierno. Es decir, funciona a cabalidad la propaganda para hacer creer que cualquier conato contra el coloniaje sionista debe ser castigado.
En sus andanzas disfrazado de paloma, Kerry sabe que, independientemente de diversas muestras internacionales de repudio a la constante guerra de exterminio que Tel Aviv realiza contra el pueblo palestino, nada se mueve a favor de los desfavorecidos de siempre, y permanece intacto el apoyo de Estados Unidos para vetar los intentos de impedir las acciones de venganza de su aliado sionista.
Tal como Israel vota a favor de EE.UU. en cada masivo rechazo a la criminal política de bloqueo contra Cuba, así Washington lo protege en sus acciones de odio al mundo árabe y especialmente al pueblo palestino.
Este afán por terminar con la resistencia palestina data de1948, cuando la élite política en Israel quiso formar parte de Occidente, por lo que tuvo que navegar entre aguas incompatibles: mantener un Estado étnico y racista por un lado y, por otro, dar la imagen externa de ser un Estado democrático.
Una manera de hacerlo ha sido mantenerse constantemente inmerso en un llamado proceso de paz, porque de este modo puede tener esa ocupación y discriminación en lo que es Palestina, bajo el pretexto de que existe un conflicto y que sus abusivas medidas ayudarán a terminarlo.
Pero no quiere que el conflicto acabe, porque es el modo en que puede sobrevivir, es la forma de echar a los palestinos de su hogar. No desea alcanzar una solución. Kerry lo sabe, y a ello se presta.

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