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Salvar el legado de José Martí

22 de julio de 2013

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Uno de los jóvenes que protagonizó hace 60 el Asalto al Cuartel Moncada fue Pedro Trigo. Acción necesaria porque -como aseguró- había que salvar el legado de Martí en el centenario de su natalicio y demostrarle al pueblo de Cuba, a la juventud, la vigencia de sus principios.


¿Cómo se involucra usted en la organización y asalto al Cuartel Moncada?
Yo era obrero textil, pero antes del cuartelazo militar del sanguinario Batista, yo militaba en el Partido Ortodoxo, y allí conocí a Fidel Castro, en un acto que se dio en el municipio de Santiago de las Vegas, hoy municipio Boyeros, donde denuncié las cadenas de fincas mal adquiridas, mal habidas por Carlos Prío Socarrás, (de esas 54 caballerías, de las 5 fincas que Prío adquiere, 48 hoy están dedicadas a las obras del Parque Lenin, la Escuela Vocacional Lenin, el Botánico, Palacio de Pioneros Ernesto Che Guevara). En esos trajines, donde estábamos aportándole datos, pruebas, testigos a Fidel Castro, porque Prío desalojó a muchos campesinos arrendatarios que llevaban allí más de 18 años sin previo mandamiento judicial, los lanzó con el ganado a la calle a pasar trabajo y miseria. Juan Martínez Tinguado, Gildo Fleitas, José Luis Tasende, Fidel y yo, recopilamos todos los datos de las cadenas mal habidas de Prío, para que Fidel pudiera hacer como abogado la denuncia ante el Tribunal de Cuentas. En ese entonces yo entablé una amistad muy grande con Fidel, o sea, que desde el año 51 yo conozco a Fidel Castro.
En esa época nos sorprende el golpe militar del 10 de marzo. A los pocos días Fidel me cita para Guanabo y dentro del mar, bañándonos Fidel, Gildo y yo solitos, es que Fidel me plantea la necesidad de ir a la creación de un movimiento verdaderamente revolucionario, y que yo debía de integrar una cédula no mayor de 10 personas, que fueran trabajadores, que fueran campesinos e intelectuales honestos, que estuvieran en disposición, en un momento dado, de empuñar las armas para un hecho armado, derrocar a Batista y después ir a las raíces de los males que padecía nuestra pseudo- república.
A las 24 horas, ya tenía la cédula. En el municipio Boyeros se hicieron tres cédulas insurreccionales, una en Calabazar, otra en Rancho Boyeros y otra en Santiago de las Vegas. De las tres, una sola fue al Moncada, la mía, de la cual yo era responsable. Y como tú decías, de los entendidos en estas materias dicen que el asalto al Cuartel Moncada y al Carlos Manuel de Céspedes fue un fracaso militar, yo no lo veo así, yo lo veo todo lo contrario. Porque en el centenario del natalicio de nuestro Héroe Nacional José Martí, porque éramos muy martianos, salvamos su legado histórico y le demostramos al pueblo de Cuba, a la juventud, la vigencia de José Martí, y que había una juventud en disposición de inmolarse por mantener los principios martianos.
Esa es la primera parte, y la segunda parte es que el Moncada define la lucha armada como el único medio para el derrocamiento de la tiranía batistiana.

 

¿Cómo llegan a Santiago. ¿Cómo es que se produce la acción, cómo sobrevive?
Fidel llegó a organizar 1,200 compañeros y dos mujeres que valían por todos nosotros. Pero por la escasez de uniformes militares, de armas, solamente fuimos 160 hombres y dos mujeres. Íbamos aforados con los uniformes militares de la dictadura. Yo había reclutado a un militar que no estaba de acuerdo con el cuartelazo, que había ido al entierro de Chibás conmigo, y después de mucho trabajo para convencer a Fidel, y creo que en eso Abel me ayudó mucho, a través de él adquirimos la casi totalidad de los uniformes que utilizamos en el Moncada.
Una tarde Fidel me dice: “prepara los uniformes de talla mayor en tu casa”, porque yo los escondí también donde yo vivía, hasta que fueron trasladados, yo no sabía para dónde, después  me enteré que era para Santiago de Cuba. Entonces saco cinco uniformes de la talla mayor, llega Fidel con Abel, con Pedro Miret, Ñico López y Léster Rodríguez. Los bajos de los pantalones de los uniformes de talla mayor le quedaban por la pierna, casi por la rodilla a Fidel. La camisa también a medio brazo y no se la podía abrochar. Y a mí no se me olvida que él en el espejo de la coqueta de mi juego de cuarto caminaba muy serio, así, dando zancadas, y le preguntaba a Abel: “dime Abel, te doy aspecto de ser un verdadero militar”… y uno decía qué se trae Fidel. Pero él sabía lo él que se traía.
Te puedo decir que fuimos, la cédula de Calabazar, en dos máquinas hacia Santiago de Cuba. Llegamos el día 25 sobre las 6 de la tarde, nos alojamos en la Calle Celda número 8, y sobre las 12 de la noche Renato Guitart nos traslada para la Granjita Siboney. La impresión mayor, el impacto más grande que me causó emoción, fue ver a Melba y a Haydée planchando los uniformes y distribuyéndolos, según iban llegando los compañeros.
Sobre la una y cuarto Fidel llama a Abel Santamaría y me llama a mí, y salimos los tres de la Granjita Siboney, Fidel, Abel y yo, porque había que ir al encuentro del Doctor Muñoz en un lugar llamado Melgarejo, muy cercano a Santiago de Cuba. Fidel y yo fuimos a buscar a Luis Conte. Al llegar ya Luis Conte hacía dos días que se había ido, yo me preocupé y le pregunto: “Fidel, y ahora con la falta de Luis Conte” y dice: “No te preocupes, que tengo debidamente preparado a Raúl Gómez García. Cuando por el factor sorpresa tomemos el Cuartel y nos apoderemos de las armas de mayor calibre, entonces vamos a hacerle una exhortación al pueblo en la Cadena Oriental de Radio vamos a decirle de nuestro programa, quiénes somos y a qué aspiramos, y con la misma vamos escalar la Sierra Maestra, porque no nos podíamos quedarnos mucho tiempo en el Cuartel, porque podía venir la aviación y nos podía bombardear.
Considero que en aquellos momentos era uno de los compañeros, de los hombres de mayor confianza de Fidel y de Abel. Sin embargo, por el motivo de la discreción de lo que hoy llamamos compartimentación, te puedo decir que me vengo a enterar del plan de la acción cuando salimos de la Granjita Siboney. Éramos muy disciplinados, éramos muy discretos, no preguntábamos lo que no debíamos de saber, simplemente éramos soldados de fila.
Mi hermano, Julio Trigo, fue con Abel al Saturnino Lora. Yo fui a la Posta 3, pero llegué  tarde, ya Fidel había dado la orden de retirada. Fueron momentos de mucha angustia, porque vimos peligrar todo aquel año, aquellos meses de lucha, de organización, de disciplina, donde hasta inclusive los uniformes, los fusiles, el parque, salió de nosotros mismos, del aporte de compañeros que participaron en estas dos acciones. Fueron momentos de mucha emoción porque íbamos en disposición de darlo todo a cambio de nada. O sea, decimos a cambio de nada, pero yo te diría que sí, porque íbamos a cambio de un principio, de un ideal, tú me entiendes, de un ideal martiano y de Chibás.  En la acción podíamos chocar o enfrentarnos con un militar de la dictadura y la consigna ante la duda, porque no nos conocíamos las distintas cédulas, era la pregunta: ¿Por quién luchas?, y tenían que responderme “por Chibás”. Si no me decían “por Chibás” era enemigo, enfréntate a él y abstente a las consecuencias. Después del fracaso del factor sorpresa, fueron momentos de mucha angustia, pero no por eso perdimos… siempre Fidel y Abel nos enseñaron a ser optimistas y frente a las adversidades crecernos y así lo hicimos.

 

¿Cómo fue esa retirada?
Di la orden a los integrantes de la cédula, porque todos en la máquina no podíamos salir, porque nos iban a coger. Entonces, yo era el jefe, -perdona la inmodestia -, y me dije: “si vamos todos en la máquina nos van a coger”, entonces me tiré de la máquina y  dije: “dos más tienen que seguirme” y me hicieron caso.
Los de la máquina, manejada por Oscar Quintela logran también regresar a La Habana, y yo, con Ernesto González y Julio Fernández, logro tomar un autobús, pregunté hacia dónde se dirigía, porque yo no sabía nada de Santiago de Cuba. Entonces me dice –un conductor que había-: “no, no, vamos para La Habana”. Entonces, me acuerdo que me dice: “tome este peine, péinese, lleve esto en las manos, para demostrar como que lleva algo. Me dio una flauta grande de Gaceñiga Perezosa y logramos llegar a La Habana. Pero, producto de la inexperiencia, llegando a Calabazar y notándose mi ausencia, allí ya soy detenido por el Teniente Próspero Pérez Chaumont.
Fui conducido a los calabozos del SIM. Allí fui sometido a muchos interrogatorios, me dieron algunos golpes, pero no me torturaron. Si yo te digo que me torturaron te digo mentira. Y por falta de pruebas, como a los 10 o 12 días me soltaron, en una libertad condicional, donde me decían que de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa, y que si salía de Calabazar no respondían por mi vida. Así estuve 7 u 8 meses.
En cuanto salieron Melba y Haydée, que ya el edificio de 25 y O había sido tomado por la dictadura, Yeyé viene a vivir con Melba a Jovellar 107. Me olvidé de aquella advertencia y me puse a la disposición de las dos compañeras que jugaron un papel fundamentalísimo en la restructuración del Movimiento, la captación de nuevos compañeros de confianza, o sea, que cuando se produce la amnistía de Fidel Castro y los compañeros moncadistas, por la presión popular, ya el Movimiento, el esqueleto ya estaba vertebrado, estaba formado ya. O sea, que Fidel podía contar ya con un movimiento a nivel nacional, y yo te digo que eso fue una labor fundamentalísima de Melba y de Haydée Santamaría.
Luego de la amnistía y que los revolucionarios salieran del Presidio Modelo de Isla de Pinos y fueran al exilio, y luego, durante las acciones en la Sierra Maestra, ¿qué hace usted?
Me quedé en La Habana. Te puedo decir que la primera correspondencia del Movimiento entre La Habana y México la logré yo a través de sobrecargos de Cubana de Aviación que eran de toda confianza. Esos compañeros nos sirvieron de correo hasta que el Movimiento organizó ya otros medios de mantener la correspondencia entre México y La Habana. Por trabajar en el Aeropuerto, se decidió que yo me quedara aquí.

Muchos fueron los jóvenes, los valiosos jóvenes que murieron ese día, 26 de julio del 53, y en los días subsiguientes. ¿Cree usted que valió la pena?
Cómo no, y la caída de esos compañeros, ya en el Moncada, en el Carlos Manuel de Céspedes, en la lucha clandestina, en la Sierra, nos debe de inspirar para ser fieles a su memoria y seguir luchando y seguir combatiendo por lo que ellos ofrendaron sus vidas.
Te puedo, por ejemplo, hablar de mi hermano. Mi hermano me decía: “yo no quisiera tener una muerte inútil, yo quisiera tener una muerte útil a mi Patria”. Y él lo logró -que yo no sé si lo lograré como lo logró él-, murió por su ideal martiano y murió combatiendo, según testimonio de Melba Hernández.
El 26 de julio se volverá a celebrar en Santiago de Cuba, en esta oriental ciudad que fue testigo y protagonista de los sucesos y de las acciones del 26 de julio. ¿Qué espera usted de este acto, que promete ser un acto histórico?
Creo que Santiago de Cuba, aparte de ser donde se produjo la acción, aparte de ser una fecha redonda y ser merecedora de que se celebre allí el 26 de julio, creo que con el trabajo que ha realizado el Partido, el Gobierno, y fundamentalmente el pueblo oriental de Santiago de Cuba, se merecen muy bien, muy bien, que la sede el aniversario de los asaltos al Cuartel Moncada y Carlos Manuel de Céspedes sea en Santiago de Cuba. Y estoy seguro que el compañero Raúl, siempre nos dará o nos dirá orientaciones precisas para ir avanzando en nuestro proceso histórico y revolucionario, como lo queremos los revolucionarios, no como lo quieren los enemigos de Miami.

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