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Juan Gualberto (I)

19 de julio de 2013

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En más de una ocasión los enemigos de Juan Gualberto Gómez, pretendieron comprarlo. Pero el ilustre patriota a quien Martí nombró delegado del Partido Revolucionario Cubano en la Isla y transmitió la orden de alzamiento en 1895, jamás claudicó.
Así cuando en la Asamblea Constituyente de 1901 se alzó como el principal abanderado en contra de la Enmienda Platt, el general Leonardo Wood, interventor norteamericano en la Isla, le ofreció la dirección del Archivo Nacional para silenciarlo, tal propuesta fue rechazada de inmediato por el ilustre patricio.
Unos días después, Juan Gualberto viajó a Santiago de Cuba, y allí el general Castillo Duany y el teniente coronel Lino Dou, los dos combatientes por la independencia, se mostraron interesados en el asunto.
-Cuéntenos, Maestro. ¿Está usted tan bien económicamente que no necesitó el puesto en el Archivo? ¿Por qué lo rehusó? – preguntó Dou.
Y respondió Juan Gualberto: -Porque yo no soy hombre de los que se archivan”.
No por gusto José Martí le escribió al gran mulato en una carta: “Mi corazón usted se lo sabe de memoria, como no tiene más que verse el suyo”.
Juan Gualberto Gómez nació el 12 de julio de 1854, en el ingenio Vellocino, en Sabanilla del Encomendador, en la provincia de Matanzas.
Hijo de esclavos, la mayoría de sus biógrafos afirman que sus padres, Fermín Gómez y Serafina Ferrer, fueron quienes compraron su libertad mientras se encontraba en el vientre de la madre.
Sin embargo, documentos donados al historiador Raúl Rodríguez La O por su biznieta Mercedes Ibarra, niegan tal afirmación. Y señalan a su abuela materna, Irene Carabalí, como la persona que compró su libertad por un valor de 25 pesos en oro.
Dotado de una gran inteligencia, al cumplir los quince años, fue enviado a París para que se especializara en ebanistería, en una célebre fábrica de carruajes. Pero era tal su aplicación que pronto cursó estudios superiores donde mostró interés por la historia, la literatura y las matemáticas. Sin embargo, tuvo que abandonar sus estudios por la difícil situación económica de sus padres, quienes tuvieron que interrumpir toda ayuda.
Pero el hijo no se amilana y permanece en París trabajando como periodista. Colabora con diarios franceses, belgas y suizos.  Escribe reportajes y comentarios de actualidad. El periodismo le gana para siempre.
Con el tiempo, en Cuba, tendría sus periódicos –La Fraternidad, La Igualdad, La República Cubana…- y colaborará dondequiera que encuentre espacio para hacerlo.
Por cierto, se cuenta que ya en sus últimos días era colaborador habitual de Bohemia, sita entonces en la calle Trocadero. Y hasta allí iba Juan Gualberto, ya muy anciano, a entregar y cobrar sus colaboraciones.
La revista, que atravesaba entonces una de sus peores etapas, no contaba a veces con dinero en caja para retribuirle sus honorarios.
Y entonces Miguel Ángel Quevedo, su director, salía y pedía el dinero prestado al bodeguero de la esquina porque no podía permitir que Juan Gualberto, que vivía en Mantilla e iba hasta Bohemia en transporte público, regresara a su casa sin los diez pesos que la revista le pagaba.

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