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Orfandad

15 de julio de 2013

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Quizás sea la orfandad ética y de valores, una de las mayores cuentas pendientes de antiguas metrópolis  a la hora de definir independencia, soberanía, y otros principios que deben estar implícitos en instituciones  y gobiernos que rigen destinos de países y regiones.
Esta falta se evidenció de manera clara en la decisión de algunos gobiernos europeos que, poniendo en peligro incluso la vida del presidente constitucional de Bolivia Evo Morales, no permitieron que su avión sobrevolara esos territorios o se abasteciera de combustible en alguno de sus aeropuertos.
Tras el escándalo vinieron las “explicaciones”, ninguna convincente, de aquellos paladines de la llamada democracia, que cumplían al pie de la letra la orden de Washington de impedir el paso del mandatario indígena.
Creo que no cabe en una nota de arrepentimiento ni en una justificación “técnica”, tamaña metida de pata. Más bien, esos gobiernos dóciles del imperio debían estar avergonzados por su descabellada decisión.
Y si aberrante fue la medida adoptada, no menos falta de ética han sido las “explicaciones”. En la más reciente reunión de la OEA, quedó más que claro lo que piensan y cómo actúan esas metrópolis que olvidan los 200 años transcurridos desde  su dominio por estos parajes latinoamericanos.
Un joven diplomático italiano ganó el privilegio de convertirse en el payaso mayor cuando ante un podio latinoamericano y caribeño se atrevió a decir que quién debía pedir disculpas a Europa era el presidente Evo Morales.
En otros casos, como el portugués y el español las justificaciones se diluyeron en “malos entendidos”, “cuestiones técnicas”, y otras, pero TODAS, absolutamente TODAS, con la pretensión de querer mostrar una cara que no es la verdadera, de acuerdo con la actuación infame contra un mandatario que, como el propio Evo dijo, se le estaba recriminando por ser indígena y antiimperialista.
El caso francés fue muy especial: “nunca hicimos nada”, “nunca dijimos no”, “nunca cerramos nuestro espacio aéreo”.
Parece que allí se hablaba de otro tema o que, con el ánimo de humillar aun más al líder boliviano, se le quería hacer pasar por mentiroso.
Cuanta ofensa en unos minutos. Cuanta falta de decoro en las palabras de quienes fueron convocados  a la reunión de la OEA no como invitados de piedra, sino como representantes de gobiernos que habían violado leyes internacionales y puesto en peligro la vida de un mandatario.
El asunto, como era de esperar, no quedó ahí. Llegó el momento de ratificar o no la resolución de condena propuesta por varios países latinoamericanos, y entonces tanto el representante de Estados Unidos como el de Canadá, no levantaron la mano para aprobar el documento que todos los demás miembros revalidaron.
La acción, imperial por demás, hizo más claro todo el panorama. Se sabía y ahora se comprobaba, que las medidas adoptadas por los gobiernos europeos prohibiendo el paso por su espacio aéreo del avión presidencial con Evo Morales y su comitiva, era, más que un pedido, una orden de Washington.
Estados Unidos quería de esa forma responder a un presidente que con dignidad e independencia, había dicho que su país podría asumir el pedido de asilo del joven norteamericano Edward Snowden, al que le impiden salir del aeropuerto de Moscú donde “vive” hace casi un mes, luego que el Departamento de Estado le anulara su pasaporte por haber denunciado la política ilegal y aberrante de someter a prácticas de espionaje a países completos, gobiernos —aunque sean amigos como los europeos— y a otras instituciones internacionales.
Orfandad de dignidad y de otros valores se ponen en práctica tanto por la potencia hegemónica como por algunos gobiernos europeos que parecen olvidar que el tiempo de la colonización ya pasó y para siempre.

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