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Vladimir Horowitz

23 de septiembre de 2025

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Tan pronto desembarcó en La Habana, el célebre pianista ruso Vladimir Horowitz fue asediado por la prensa. En el automóvil que lo conducía al hotel ofreció sus primeras impresiones, y al paso por el malecón habanero exclamó: “¡Bella vista! Aquella es mi casa por unos días, el hotel Nacional. ¿No es cierto?”

Preguntado si usaría frac para tocar, contestó:

– Es que no tengo chaqué. Detesto esa cola horrible… Jamás me pondré uno. Espero que los distinguidos oyentes de Pro Arte me excusen de tocar ante ellos con un saco negro ribeteado de seda y pantalón de rayas, como se usa en Europa”

El joven artista, en sus primeras declaraciones, dejaba una estela de simpatía.

Dos conciertos dio en Auditórium, la sala de la Asociación Pro Arte Musical. Uno el viernes 18 de marzo de1932, el otro, el martes 22 de marzo, ambos en la tarde. Tocó obras de Beethoven, Scarlatti, Brahms, Chopin, Bach, Liszt, Stravinsky, Prokofiev…

Conchita Gallardo, reportera del diario El País, en su edición del 21 de marzo de 1932, anotaba:

“¡Horowitz! Brillante, emocional, con todos los atributos que hacen a un pianista completo, este joven ruso, además de una técnica formidable, posee el fuego sagrado del arte que arrastra y convence”.

La presencia del artista, entonces con 29 años, se acompañó de la venta de sus discos, grabados por RCA Victor.

Horowitz está considerado uno de los mejores pianistas del siglo XX, lo cual no es poco decir de un artista que, en ciertas épocas de su vida, cuando en su natal Rusia imperaba la pobreza, dio conciertos a cambio de recibir productos como manteca, pan y chocolate, dada la situación económica de aquel país.

Debutó como solista en 1920 y seis años después hizo su primera presentación en el extranjero, en Berlín. Después tocó en París, Londres y Nueva York. Se estableció en Estados Unidos y en 1944 adoptó la ciudadanía de ese país.

Durante su carrera ganó 26 premios Grammy, el Prix Mondial du Disque, la Legión de Honor francesa y la Medalla Presidencial de la Libertad, conferida por Estados Unidos. Murió el 5 de noviembre de 1989, a la edad de 86 años. Su técnica, emotividad y la cierta teatralización que acompañaba a sus interpretaciones redondearon la personalidad artística de Vladimir Horowitz, uno de los pianistas que más admiradores ha tenido.

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