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Martí, narrador de desastres naturales: el terremoto de Charleston

6 de junio de 2025

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Entre la enorme cantidad de crónicas acerca de la sociedad estadounidense enviadas por Martí a varios periódicos de Hispanoamérica se destacan tres en las que el cubano narra catástrofes que afectaron totalmente a ciudades cuyas construcciones fueron arrasadas y que causaron la muerte a buena parte de sus pobladores.

Martí resulta un narrador minucioso que no deja escapar la reacción de los habitantes que sufrieron aquellas catástrofes y que describe la acción de las fuerzas naturales que las provocaron como si él hubiera sido un testigo presencial de tales hechos. Sabemos, sin embargo, que el cronista nunca estuvo presente en las localidades afectadas y que sus conmovedores y minuciosos relatos se basan en la cuidadosa revisión de la prensa estadounidense y en su acertada capacidad narrativa para entregarnos unos relatos estremecedores que no dejan de levantar nuestra admiración por su prosa fluida, atenta a los detalles que dan veracidad al texto y que hacen hincapié en los terribles momentos por quienes los sufrieron. Sin dudas, tales crónicas resaltan por su mirada humanista en el conjunto de esos escritos que el propio Martí llamó sus Escenas norteamericanas en las que mostró su madurez como escritor y comunicador.

Charleston es una ciudad en el sureño estado de Carolina del Sur, con puerto al Atlántico, que había alcanzado antes de la Guerra Civil entre el Norte y el Sur un notable crecimiento económico y poblacional sostenido en la elevada cantidad de esclavos en las tareas domésticas, en varias industrias y en las plantaciones agrícolas cercanas.

Martí dató su crónica el 10 de septiembre de 1886, y fue publicada en el diario bonaerense La Nación el 14 y el 15 de octubre. Es un extenso escrito que abarca las páginas 65 a 76 del tomo 11 de sus Obras completas. En una primera parte conformada por siete párrafos, Martí presenta un detallado y ameno recorrido por la ciudad antes y tras el terremoto cuya acción describe así: “Los cincuenta mil habitantes de Charleston, sorprendidos en las primeras horas de la noche por el temblor de tierra que sacudió como nidos de pájaros sus hogares, viven aún en las calles y en las plazas, en carros, bajo tiendas, bajo casuchas cubiertas con sus propias ropas.” Y sintetiza así el resultado del inesperado movimiento telúrico en los párrafos que siguen: “Ocho millones de pesos rodaron en el polvo en veinticinco segundos. Sesenta han muerto, unos aplastados por las paredes que caían, otros de espanto. Y en la misma hora tremenda, muchos niños vinieron a la vida.”

Tras esta sintética explicación Martí despliega un extenso relato que cubre ocho páginas del tomo 11 de sus Obras completas en 27 volúmenes. Allí, como si él lo hubiese vivido, describe cómo la población se encerró en sus hogares al arribar la noche y relata el desarrollo del terremoto: “En esa paz señora de las ciudades del Mediodía empezaba a irse la noche, cuando se oyó un ruido que era apenas como el de un cuerpo pesado que empujaba de prisa.” A partir de ese momento el relato de aquella noche terrible y los días siguientes, en medio de la destrucción y la muerte ocupa detalladamente las páginas, evidencia de que Martí seguramente redactó su crónica siguiendo la lectura de varios periódicos estadounidenses que enviaron sus periodistas a la devastada urbe.

Tras esa estremecedora desgracia que significó el terremoto, el cierre del texto martiano es un hermoso canto a la recuperación de la vida en la ciudad: “Ya Charleston revive, cuando aún no ha acabado su agonía, ni se ha aquietado el suelo bajo sus casa tambaleantes,”

Culmina la crónica con este canto a la vida: “Y ríen todavía en la plaza pública, a los dos lados de su madre, alegre, los dos gemelos que en la hora misma de la desolación nacieron bajo una tienda azul.”

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