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La responsabilidad social de los medios

27 de junio de 2013

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Tras varios años de penumbra, a los que hay que añadir los esfuerzos de los grandes consorcios de la comunicación por mantener oculto el tema y de intentos por desaparecerlo completamente, ha reaparecido con fuerza todo lo relacionado con la responsabilidad social de los medios de comunicación (o de difusión masiva, como se la llama en algunos países) y se reabre el debate.

Su antecedente más cercano se encuentra en las luchas libradas en las décadas del 70 y 80 por parte de los Países No Alineados y la UNESCO por el establecimiento de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC), una verdadera cruzada mundial gestada entonces a favor de la democratización y la ampliación de los medios monopolizados y concentrados en el llamado mundo desarrollado, invariablemente actuando a favor de los intereses del gran capital y de la hegemonía política de los poderosos, en especial de Estados Unidos.

Muchos de los estudios que en aquellos tiempos realizó la Comisión Mc Bride, creada por la UNESCO, y recogidos en el informe del mismo nombre mantienen aún su vigencia, aunque en nuevas condiciones históricas y en un mundo que entre sus cambios más sustanciales incluye los relacionados con la tecnología de las comunicaciones y la aparición de Internet y sus conexos.

Como muchas veces se ha reconocido, para el imperialismo, las oligarquías y las clases dominantes en general, -tanto nacional como internacionalmente,- es este un terreno especialmente sensible y considerado decisivo para poder seguir ejerciendo en cualquiera de sus formas el control del gran capital y su influencia geopolítica, ideológica, cultural e informativa.

Recordemos que fue precisamente la posición adoptada por la UNESCO, -entonces dirigida por el senegalés M’Bow, -a favor del NOMIC la que motivó que Ronald Reagan y Margaret Thatcher dispusieran el retiro simultáneo de Estados Unidos y Gran Bretaña de esa organización internacional, a la que no regresaron hasta veinte años más tarde y ahora pretenden chantajear nuevamente por causa del ingreso de Palestina.

En el mundo que hoy vivimos, y en particular en medio del cambio de época que tiene lugar en América Latina y el Caribe, el tema de la responsabilidad social de los medios ha renacido con nuevas características tecnológicas pero, en esencia, con un similar  meollo, que es la forma de propiedad de los medios y la desregulación de su accionar como empresas privadas con fines de lucro, pero encubiertas por una supuesta función de bien público que presupone hacerlas intocables.

En el caso latinoamericano concretamente, estos consorcios han asumido abiertamente el papel de actores políticos fundamentales, ante la caída y el desprestigio de los partidos políticos de la derecha tradicional, enfrentando con todos sus recursos y posibilidades, -sin matices,- a los gobiernos progresistas que se han instalado sucesivamente en países de la región.

Se valen así del poder mediático alcanzado junto al poder financiero para socavar el apoyo, la legitimidad y la confianza que esos gobiernos hayan obtenido en el seno de la opinión pública; van creando las condiciones  y preparando el terreno para cuando, -en cada caso,- consideren llegado el momento  de producir el zarpazo contrarrevolucionario que propicie la reconquista de los países que de algún modo se hayan salido del dictado imperial y oligárquico.

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