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Confianza en la victoria

20 de marzo de 2023

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No se me olvida la imagen de aquella indígena con una bandera peruana, enfrentada en Lima a la policía en las inmediaciones del edificio que alberga al malhadado Congreso, mientras les gritaba que habían llegado desde lejos y no estaban disueltos a ceder porque, auguraba, “hoy o mañana, venceremos”.

Y es que la connotación de esta rebeldía que dura meses contra un gobierno impopular, con una mandataria que representa a las fuerzas amamantadas por el imperialismo, rechaza el golpe de Estado, reclama la renuncia de la presidenta interina y el Congreso y demandan una nueva Constitución.

No hay debilidad alguna de ceder en las demostraciones populares que los indígenas encabezan, a pesar de los 66 muertos causados por la policía y el ejército, que incluyen a seis soldados casi adolescentes obligados por sus superiores a cruzar un rio crecido, hecho que trataron inútilmente de falsear para echarle la culpa a los manifestantes.

Se puede afirmar que hay en el actuar indígena de rebeldía -netamente político- la firme convicción de contar con la razón de su lado en esta lucha por sus reivindicaciones.

Ello es muy significativo en conjuntos de pueblos y antiguas naciones a cuyos antepasados los colonizadores, e incluso sus herederos contemporáneos, calificaron de “gente sin razón”, para justificarse a sí mismos sus tropelías y vilezas, y vanagloriar su conquista y colonización reproducidas.

Aunque ahora se produzcan momentos de debilidad en las demostraciones, por las sacudidas a pueblos indígenas de los violentos cambios sucesivos del clima, estas han tenido permanencia desde diciembre pasado a partir de que la derecha que controla el Congreso logró deponer a un presidente al que no dejaron gobernar y ahora encarcelaron por tres años en prisión preventiva, complaciendo a grupos dominantes que nunca aceptaron la elección de un mandatario pobre, ansioso de hacer  el bien y honesto.

La reacción popular contra los nuevos dirigentes políticos no se ha conformado con cuestionar su legitimidad, sino que ha puesto en tela de juicio los fundamentos mismos del Estado vigente, dos siglos después de la independencia.

 

SIN DESALIENTO

La persistencia de sus manifestaciones y marchas ya es la objetiva derrota de las fuerzas represivas y el Estado, sobre todo porque no han logrado aquéllas ni amedrentarlos ni desalentarlos, su apoyo popular ha aumentado y la perspectiva es que no cese de aquí en adelante, aunque, recalco, disminuyan o se detengan temporalmente las demostraciones.

Sabemos por cierto que eso volverá aún más peligrosas y agresivas a las fuerzas policiales y militares (o sea, más criminales), bajo la batuta de quienes temen por su poder y privilegios. Pero, en el espacio peruano en particular existe el riesgo de que tales elementos represivos aceleren su propia descomposición interna, su descalabro y ruina, como deben de estarlo meditando muchos.

Así lo admitieron tarifados de los medios controlados casi totalmente por la derecha, que incluso publicaron la alegoría de una camioneta repleta de manifestantes que llegaron a Lima, con la frase “Al inmenso pueblo de los señores”, un extracto de un poema de José María Arguedas dedicado a Túpac Amaru.

Al parecer, los rebeldes llegan proclamando: Si no necesitamos azuzadores, tampoco nos hacen falta portavoces ajenos.

Los pueblos rebeldes ya empiezan a tener sus propios intérpretes y sus inteligentes representantes, femeninos y jóvenes, que se han vuelto sus verdaderos mensajeros. Ahora se declaran dichos pueblos en pie de igualdad (no requieren compasión alguna), con sus propios líderes para expresar sus ideas y los agravios que sufrieron y sufren.

Están propugnando dicha igualdad, haciendo uso de su libertad de pueblos libres, porque es esa libertad la que también están imponiendo en los hechos, en la práctica; como en un despertar, en el que todos los sentidos se reavivan y reanudan al mismo tiempo. Y, porque tienen confianza en la victoria.

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