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Una descripción de Cuba de mediados del siglo XVIII

14 de junio de 2013

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Entre los hombres ilustrados que aportaron su contribución a la forja de la cultura cubana, al conocimiento de la historia y al desentrañamiento de esa peculiar relación que se establece —al decir de José Martí—, entre la naturaleza y el hombre, aparece por derecho propio el cubano Nicolás Joseph de Ribera. Así escribía su nombre.
Nació en Santiago de Cuba en 1724. Pero a la edad de 20 años se hallaba conscripto como cadete y ello le trajo a La Habana. Comienza sus estudios en la Universidad de San Gerónimo y en 1748 obtiene la cátedra de Prima de Sagrados Cánones, tras hacer valer sus ejercicios de oposición.

El Morro y la entrada a la bahía de Santiago de Cuba

Después de haber desempeñado diversos cargos oficiales en correspondencia con su preparación, experiencia e indudable inteligencia y cultivo personal, redacta una obra que, intrascendente en su época, le conduce a la perpetuidad en la memoria histórica: la Descripción de la Isla de Cuba.
Toda ella es un modelo de hermosura literaria, objetividad epocal y testimonio sin par. Y aunque lo mejor será sin duda disfrutar de su lectura íntegra, traemos estos párrafos seleccionados del citado texto en ánimo de ofrecer una muestra de su arte y sus conocimientos.
Nicolás J. de Ribera murió fuera de Cuba, isla objeto de su Descripción. Finalizó sus días en Madrid, y todo apunta a que la fecha de su deceso ocurre alrededor de 1755, aunque no consta el dato exacto.
Extraemos pues este fragmento, tomado del capítulo segundo de esa obra, y aunque su lectura puede causarnos el trabajo de desentrañar la gramática, el sentido y significado de numerosas frases que corresponden al castellano arcaico, preferimos dejar la mayor parte del mismo en su estilo original, realizando sólo algunas sustituciones en aras de compatibilizar mejor algunos signos y grafemas al uso de la lejana época con el formato digital a que nos obliga la contemporaneidad. Le convido a recrearse en su lectura, y viajar con Ribera hasta 1756, fecha en la que la prestigiosa historiadora cubana Olga Zúñiga estima finalizó su redacción:

DESCIPCIÓN DE LA ISLA DE CUBA
CAPÍTULO 2 (fragmento).

 

Toda la Ysla esta cubierta de florestas y bosques siempre verdes, que la hermosean mucho. Por partes abunda en sábanas que son dehesas pin¬gues, que producen mucho pasto de ganados. Su inmensa arboleda es, ó frutífera ó de preciosas maderas. Su tierra es feracissíma, lleva bien trigo, arroz, millo, maíz, garvanzos, chicheros, guandules, cavalleros; congos, judías, con otras mil especies de frixoles, y generalmente quanto granos se conozen.
Hermosean sus selvas, los pericos, ó papagayos, en abundancia extre¬ma, los cateyes, las guacamayas, cuyos pichones son mui sabrosos, los carpinteros reales, los torolocos, y otra infinidad de plumas y colores brillantes y raros.
La de majagua y el Jaguei, que suplen al uso común por cáñamo son abundantes. El iarei iuraguama pita, y otras especies semejantes que sirven para sombreros, petates, y otros usos del pais, sobran en todas partes. Las palmas reales que entre muchas cosas sirven para cubrir y abrigar las casas pobres, y del campo, las ha¡ por donde quiera. Y asi¬mismo los bexucos que son unas cuerdas de madera blandas, y natu¬rales, que suplen por cuerdas y clavos de artificio. En fin es una tierra fecundissima, en todo genero de producciones estimables para el uso humano.
No tiene animal ponzoñoso, ni fieras. Solo perjudican al ganado los perros que llaman jivaxos, que son descendientes de los mansos que se llevaron de España y que pudieron por su abundancia levantarse y vivir libres en bosques tan preciosos y pingues, donde si le faltan carnes, so¬bran frutas para alimentarse y estar independientes. En muchos estexos del mar y en los rios grandes se crían Caimanes, y en la sonda que corre desde Jagua hasta sotavento de Batavanó, Cocodrilos, pero rara vez hacen daño…

Tales eran, pues, al decir de Nicolás J. de Ribera, algunos rasgos de nuestro entorno de entonces, aún no golpeado por la acción del hombre, cuyos efectos hoy tratamos de revertir.

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