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Doña Guiomar de Guzmán (II)

26 de enero de 2023

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En febrero de 1544 arribaba a Santiago de Cuba un nuevo gobernador, el joven licenciado Juanes de Ávila, un harto mozo, como fue descrito, quien fue a residir a la casa de doña Guiomar, la cual dicho sea de paso, poseía una de las mejores viviendas de la villa, y en la que con anterioridad se había hospedado también el joven almirante Luis Colón, cuando hizo escala en Cuba, en viaje de Jamaica a La Española, lo que dio lugar en su día a picantes comentarios.

Lo cierto es que por esa época nuestra protagonista era ya una mujer madura, viuda por dos ocasiones y con cuatro hijos, pero todavía resultaba muy afable en su trato y conservaba su hermosura, la que de seguro hacía suspirar a más de un vecino de la villa colonial, colmada de prejuicios y ponzoñas.

Hay quienes aseguran que en un principio las intenciones de Juanes de Avilés como gobernador fueron buenas, sin embargo, en poco tiempo eran denunciados una y otra vez a Madrid sus atropellos que en los meses que vivió en la casa de doña Guiomar había sentenciado trece o catorce pleitos a favor de la seductora viudita, quien con sus halagos y encantos logró que él se parcializara a su favor e hiciera suyos sus enconos y sus deferencias.

Se cuenta que la influencia de ella sobre Avilés, en un comienzo, discreta y apenas ostensible, con el paso de los días progresó y llegó a su punto de caramelo cuando la pareja, ajena a la diferencia de edades, decidió, tal vez para acallar los comadreos, contraer nupcias en diciembre de 1545.

Como se conoce, fueron muchas las acciones legales y políticas que suscitó esta singular mujer, así como también todos los hilos de poder que enlazó en una época en que las féminas de su clase se dedicaban en exclusiva al cuidado de la familia y al bordado.

Para algunos historiadores Juanes de Áviles fue el peor gobernador que la Isla pudo tener. Favoreció a su esposa -audaz, decidida, y ambiciosa como pocas- creó monopolios para su propio beneficio, restringió a los consejos municipales, intimidó al pueblo y aceptó sobornos.

Pero el dinero y las artimañas de la susodicha en aquel sórdido ambiente, le permitieron la anulación incluso de las penas que le fueron impuestas a él en un juicio de residencia.

No hay que extrañarse. Doña Guiomar de Guzmán llegó a ser dueña de la voluntad de sus convecinos y eje de la política de la entonces pequeña ciudad de Santiago de Cuba.

Para la época en que ella vivió fue, sin dudas, una mujer muy especial, cuya temeridad e inteligencia sazonadas con sus encantos le posibilitaron ocupar un lugar influyente en la colonización de Cuba.

La muy taimada de doña Guiomar contaba con armas suficientes para ello. ¿No lo cree usted?

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