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De alimentos desechados, hambrientos y obesos

7 de junio de 2013

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“El consumismo nos impulsa a desechar. Pero la comida que se tira a la basura es el alimento que se roba al pobre, al que pasa hambre”.
La cita la escribió el papa Francisco en su cuenta @pontifex de la red social Twitter. El Obispo de Roma ya había denunciado, durante audiencia pública, la “cultura del desecho, del descarte”, y subrayó que esa mentalidad “nos ha hecho insensibles también al derroche alimentario, que es aún más despreciable cuando en todas partes del mundo muchas personas sufren hambre y malnutrición”.
El papa Bergoglio puso el dedo en una llaga que refleja la inhumana distribución de la riqueza en el planeta, donde se desperdician millones de toneladas de alimentos que no llegan a los casi mil millones de hambrientos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), un tercio de los alimentos producidos en el planeta para el consumo humano se pierde o desecha.
Y el desperdicio también tiene sus rangos. En Europa, América del Norte y Oceanía el promedio per cápita está entre 95 y 115 kilogramos de alimentos echados a la basura, mientras que en África subsahariana y el Sudeste asiático se eliminan entre seis y 11 kilogramos anuales.
Los alimentos que se desperdician serían más que suficientes para paliar el hambre entre los seres humanos. Resulta paradójico que cientos de millones de toneladas se pierdan en el Tercer Mundo por problemas en el proceso de producción, recolección, procesamiento y distribución.
Otra cosa ocurre en los países desarrollados: alrededor de 300 millones de toneladas se pierden  porque los productores, minoristas y consumidores desechan alimentos que todavía son aptos para el consumo.
Entretanto, la FAO lanzó una campaña para erradicar la malnutrición en el mundo, por la cual dos mil millones de personas tienen una o más deficiencias de micronutrientes, 400 millones presentan sobrepeso y otros 500 millones son obesos, afirma un informe denominado Sistemas alimentarios para una mejor nutrición.
Según esa investigación, “el coste de la desnutrición para la economía mundial en pérdida de productividad y gastos de atención sanitaria es inaceptablemente alto y podría alcanzar hasta cinco por ciento del producto interno bruto mundial: 3,5 billones de dólares, equivalentes a 500 dólares por persona. Casi la cifra del PIB anual de Alemania, la mayor economía de Europa”.
“Veintiséis por ciento de todos los niños menores de cinco años sufren retraso del crecimiento y 31 por ciento sufre de deficiencia de vitamina A”, consigna el documento.
“En términos sociales, la desnutrición infantil y materna siguen reduciendo la calidad de vida y la esperanza de vida de millones de personas, mientras que los problemas de salud asociados a la obesidad, como las enfermedades cardiacas y diabetes, afectan a millones más”, explicó la FAO.
Por primera vez en la historia, el número de personas con sobrepeso comienza a equipararse con el número de personas subnutridas en todo el mundo.
En Colombia, 41 por ciento de la población tiene sobrepeso; en Brasil 36 por ciento; en China, la proporción de adultos con sobrepeso aumentó más de 50 por ciento entre 1969 y 1992. En Namibia, 21 por ciento de las mujeres tienen sobrepeso; en Zimbabwe más del 23 por ciento.
“Aunque se considera a menudo un símbolo de riqueza y abundancia, la obesidad suele ser un signo de nutrición deficiente”, subrayó el estudio, que invita a los países en desarrollo que avanzan a educar a la población acerca del consumo de los alimentos apropiado para evitar paradójicamente lo que podría ser una abrumadora carga económica y social en los próximos 15 o 20 años.
Así están las cosas en este mundo de hambrientos, subnutridos y obesos, donde la distribución y consumo de alimentos es reflejo de las disparidades e injusticias del actual orden internacional.

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