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Del silencio al ruido

5 de diciembre de 2022

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El tema constituye una problemática social que establece medidas y orientaciones públicas en aras de su control. Muchos desconocen que, internacionalmente, el ruido se cataloga como contaminación acústica, fenómeno progresivo en las urbes capitalinas, contribuyendo a producir daños, tanto fisiológicos como psicológicos en quienes lo escuchan.

Por supuesto, en general, el ruido se deriva de industrias, transportes y construcciones, pero no se pueden obviar los propios hogares, donde hay personas que hablan muy alto y hasta acuden al grito, llamando a los hijos o a vecinos, sin contar, el alto volumen de radios y televisores.

Esa exposición continuada al ruido va produciendo en algunos pérdidas progresivas de la capacidad auditiva, especialmente, en aquellos expuestos a las grandes maquinarias, o jóvenes que utilizan, habitualmente “walkmans”, y mantienen elevado el volumen en sus celulares.

Normalizar la acústica general es una tarea que debe comenzar en las aulas, como aprendizaje desde la niñez de una adecuada actitud social. Incluso,  la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha determinado los parámetros indispensables para lograr ese objetivo, determinando establecer 50 decibeles (dB), límite superior admisible, pues a partir de 85 (dB) mantenidos la Ciencia establece la posible afectación de los oídos.

En general, la escala determina que entre 0 y 20 dB  el ambiente es silencioso, equivalente al sonido de un dormitorio. Entre 30 y 40 dB puede encontrarse en una biblioteca; en general, hasta 60 dB, hay poco ruido; el ambiente de oficina donde hay teléfonos, sonidos de teclados y personas hablando, alcanzan unos 65 dB; entre 80 y 100 dB se considera muy ruidoso, y de sobrepasar ese umbral, es intolerable.

Generalmente, el tráfico de una ciudad, es de unos 85 dB; el de un camión u ómnibus, 90 dB; en una construcción, el martillo neumático emite un  ruido de unos 100 dB.

Fijemos la idea, no es vivir en silencio, es adecuar nuestros volúmenes de voz y ruidos evitables, lo que define, también, la educación personal que hemos recibido y transmitido a las nuevas generaciones.

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