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Mucho dicho, poco hecho

15 de noviembre de 2022

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Propuestas, proyectos y promesas de campaña hicieron que la mayoría de los chilenos convirtieran a Gabriel Boric en el presidente más joven de esa nación, en lo que se señalaba como un avance de la izquierda ante gobiernos de centroderecha, derecha, extrema derecha o simplemente fascistas, todos practicantes de lo más cruel conocido hasta ahora del capitalismo, el neoliberalismo.

Realmente, el camino de Boric no ha sido fácil, porque ha tenido que gobernar en desventaja en la Cámara de Diputados y el Senado, por lo cual ni puede hacer cambio ni romper ese cerrojo neoliberal de la Carta Magna implantada por el fallecido dictador fascista Augusto Pinochet.

Ello se trató de enmendar con una nueva Carta Magna, pero fracasó en el referendo al efecto por una amplia campaña tergiversadora en su contra.

No vamos a juzgar si el joven mandatario no concuerda con gobiernos como el de Venezuela y Nicaragua, alegando violación de los derechos humanos, ni porque esté en contra de asociaciones que, según él, funcionan ideológicamente.

Quizás concuerde con ese estilo de un personaje que le es grato, Michelle Bachelet, quien a contrapelo de que no podía hacerlo oficialmente, recomendó que se le votase, debido a su cargo de Alta Comisionada de Naciones sobre Derechos Humanos, quien ocupó dos veces la Presidencia de Chile con magros logros.

Tampoco ha puesto en libertad a los preses políticos encarcelados durante las manifestaciones del 2019, que coadyuvaron decisivamente a este intento de cambio en el que Boric tiene un papel protagónico.

Sin el problema mapuche, ya Boric tenía la tarea de hacer cumplir un programa en el que descuellan los siguientes puntos, que transcribimos a continuación:

Educación: “Impulsaremos un enfoque integral de la educación, que desarrolle la creatividad y el pensamiento crítico, que prepare para vivir en comunidad, y permita desplegar la diversidad de proyectos de vida, poniendo las artes, el deporte, el bienestar y el desarrollo humano en el centro del proceso educativo”.

Pensiones: “Proponemos la creación de un sistema sin AFP que permita aumentar las pensiones de los actuales y futuros jubilados, y que materialice el derecho a la seguridad social. Un sistema moderno, tripartito, solidario, público y suficiente, con estándares internacionales, que sea sustentable en el tiempo”.

Economía: “Proponemos el tránsito hacia una nueva matriz productiva, pero sabemos que en el corto plazo la primera prioridad del gobierno debe ser generar empleos”.

Trabajo: “Nuestro compromiso con el objetivo del Trabajo Decente implica el pleno derecho a la libertad sindical, con negociación colectiva multinivel, sistemas de seguridad social en pensiones, salud, cesantía, seguridad en el trabajo y otros, el aseguramiento de salarios dignos y la creación de puestos de trabajo productivos, tanto para el desarrollo individual como para el beneficio común del país”.

Pero con una derecha controladora de las finanzas y la economía en general se hace difícil cualquier tipo de tarea, que empezaría a resolverse si logra la mayoría legislativa y llevar a feliz término la aprobación de un nueva Constitución, a pesar del fallo inicial.

 

EL PROBLEMA MAYOR

En este contexto se encuentra el problema mapuche, algo que tiene unos 500 años, de muy difícil solución, y más en las circunstancias actuales, donde prima la violencia de ambas partes.

Por primera vez, luego de ocho meses de gobierno. Gabriel Boric visitó la Araucanía, junto a miembros de su gabinete, la mayoría mujeres, y allí llamó cobardes y terroristas a elementos mapuches que han decidido desde hace algún tiempo ejercer la violencia contra quienes consideran que les han robado sus tierras y su vida, en la que, lamentablemente, sí han destruido propiedades como escuelas y almacenes, dañando a la población.

Y es que para llegar al país nuevo que una vez propuso, reitero, tiene que desvincularse de los grupos pinochetistas que aún controlan el poder financiero y económico y las mayorías mediáticas del país, y no tienen empacho de realizar cualquier acto deleznable, si se intenta dañar sus intereses.

Lo cierto es que tardó algo Boris en llegar a la zona en conflicto y aunque es correcto criticar la desmedida violencia, específicamente en ese territorio, tiene que desmarcarse de los dos grandes bloques de centro que gobernaron a Chile desde el retorno a la supuesta democracia en 1990, y que no fueron de gran ayuda en la lucha contra el aún dominante espíritu pinochetista.

Tiene que trabajar para que haya una Carta Magna, que ayude a su pueblo, incluidos los mapuches, que estaban contemplados en el documento constitucional rechazado en el referendo.

Y es que el gobierno de Boris, en la práctica, ha venido gobernando con el programa y las ideas que la derecha le impone a cada paso, como la reforma a las pensiones; su abandono al término de la capitalización individual es una señal clara de que este camino solo se profundizará en la medida que decida moverse en esa dirección, mientras la clase trabajadora y los sectores populares sufren los costos de la alta inflación, el aumento de los empleos informales y otras penurias.

Quizás una de las opiniones más exactas corresponde al futbolista chileno Nicolás Maturana, quien demostró una vez más que, más allá del fútbol, le preocupa lo social, al emplazar a Gabriel Boric:

“Las promesas que se hacen en campaña se tienen que cumplir, no pueden engañar a la gente, ojalá cumplan con todas las promesas que se hicieron cuando estaba la campaña para ser Presidente.

“Nunca vas a dejar contento a todo el mundo, pero ojalá se hagan las cosas bien y se pueda ayudar a toda la gente en general, a los pobres, a la clase media, a los hogares de menores, al deporte; sé que son cosas que no se pueden mejorar de un día para otro, pero si hacen promesas, ojalá se cumplan porque la gente lo necesita hoy en día”.

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