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Música popular cubana y gastronomía (II)

14 de abril de 2022

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Carlos Puebla ameniza en la Bodeguita del Medio

Carlos Puebla ameniza en la Bodeguita del Medio

 

Continuando con el tema de la música en el mundo de la gastronomía, me place recordar una anécdota sobre este tema. Hace algunos años fui testigo del acto de selección de los premios de un concurso que efectuó un gustado programa de la televisión Rompiendo la rutina, que había convocado a los televidentes para que enviaran propuestas de canciones con temas relacionados con la cocina. Dentro de ellas se escogerían tres premios. Me asombró la gran cantidad de cartas enviadas, pues casi no cabían en un enorme cesto desde el cual se sacarían las premiadas. Comenté con la directora del programa, Gloria Torres. “Seguramente habría muchas repeticiones”. “No lo creas –me respondió–, nosotros mismos nos he­mos asombrado de tantos nombres de canciones relativos al tema que no se repiten”.

Para bien, hay quienes han puesto su atención en la relación de música y cocina y en tales empeños han llegado a ciertos criterios generales muy interesantes. Se afirma, que a la cocina cubana criolla e incluso a la estilizada, le pega bien un trío o pequeño conjunto que entone melodías tradicionales. Si es al aire libre se presta más a la vocalización, ¿qué sería un guateque campesino sin sus décimas improvisadas? Desde este punto de vista la música acompañante de la cocina debe ser rítmica, alegre, aunque una cena íntima, sosegada, requiere una melodía acompañante acorde con el momento gas­tronómico. Igualmente, ciertos platos de las llamadas exquisiteces, deben ser asociados con un mismo tipo de música, evidentemente más reposada como un solo de violín o piano; suave y lento.

Y el tema cocina-música cubana da para mucho más. Quien lea estas líneas y tenga interés en profundizar amenamente en ello, le recomiendo un largo e interesante trabajo escrito por el escritor cubano René Vázquez Díaz, titulado “El sabor de la música popular cubana”, publicado en la revista digital La Jiribilla en septiembre de 2009.

A manera de invitación, el autor nos convoca con estas palabras: “En estas divagaciones no me propongo descubrir nada nuevo sino llamar la atención, mediante ejemplos concretos y un breve recuento histórico, sobre un hecho que de tan «normal» y saboreado, se le ha perdido de vista lo mismo al bailador sandunguero que al erudito musical: la presencia masiva —en realidad obsesiva— de los elementos culinarios en los textos de nuestra música popular y su íntima relación con ese concepto huidizo, pleno de contenidos jocosos, eróticos, melodiosos, rítmicos y desde luego gastronómicos, que es «el sabor»… ¿Pero cómo se logra su sazón? Como veremos, cuando digo «música popular cubana» me refiero a toda la gama musical que comprende a los bailes de los negros escla­vos, el zapateo, las primeras contradanzas, las comparsas, el danzón y los danzonetes, las rumbas, las habaneras, los boleros y las guarachas, los sucu-sucus, los cha cha chas, etc., y desde luego el son, que parece abarcarlo todo…”.

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