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La reina del Guaguancó (I)

11 de abril de 2022

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Screenshot 2022-04-11 at 13-06-47 Celeste-Mendoza-Revista-Show-1959-2 jpg (Imagen WEBP, 254 × 254 píxeles)

 

No tenía hora para empezar ni para acabar, pues cuando aquella alegre chiquilla ponía la garganta y las piernas en el desempeño de la música nada ni nadie la podía parar.

“Desde que tengo uso de razón conozco lo que es una tumbadora y una botella de ron, nací en Santiago de Cuba y recuerdo que en la esquina de mi casa se formaban rumbas todos los fines de semana. No hay dudas de que el guaguancó se me metió muy adentro”.

Ella pensó estudiar magisterio, pero a los catorce años y con poco más de cien libras, la estrella de los solares santiagueros, encuentra fuerza suficiente para conquistar La Habana. Dicen que trabajó primero en una tintorería situada en Marianao pero unos años más tarde ya brillaba en Tropicana junto a las mismísimas Carmen Miranda y Josephine Baker.

Quienes la conocieron de cerca aseguraban que Celeste Mendoza era entonces un poder indestructible.

A la capital cubana llega en 1943, siendo apenas una adolescente y gana el primer premio en un programa de radio para aficionados con la guaracha de moda “El marañón”, popularizada por Rita Montaner y Cascarita y ahí, como ella misma dijera, empezó su despegue.

En 1951 se incorporó al cuerpo de baile del famoso cabaret Tropicana, bajo la dirección del no menos famoso Rodney, e integró un cuarteto con Omara Portuondo, Gladys León y su hermana Isaura Mendoza, bajo la dirección del pianista y compositor Facundo Rivero.

En 1953 ya como solista, debuta en la recién llegada televisión, en el programa “Esta Noche en CMQ”, dirigido por Joaquín M. Condall, en el que cantó a dúo con Miguel de Gonzalo:

Al otro día media Habana se pregunta quién es ella. Había comenzado a escribir su leyenda.

Muy bien recibida por el público que la empezó a reconocer como una de las grandes del cancionero cubano, su presencia en la pequeña pantalla se convertiría en algo frecuente.

Celeste Mendoza fue una de las primeras en interpretar el bolero ranchera, sobre todo cuando cantó “Que me castigue Dios”, del mexicano José Alfredo Jiménez, acompañada por la orquesta de Ernesto Duarte. Para ella ese fue el número más rotundo de su carrera. Otro de sus preferidos “Soy tan feliz”, de la autoría de José Antonio Méndez.

Sus interpretaciones, de cualquier género, las hacía ella en tiempo de guaguancó. Celeste lo explicaba:” El guaguancó es como una fuerza superior, es sangre caliente, movimiento, bomba, es decir, corazón. Aunque yo canto de todo, nunca me aparto de su estilo”.

En 1956, en Radio Progreso, grabará su primer disco con el sello Gema. Tiene 25 años y poca experiencia. Pero sus discos serán todo un éxito. La respalda la orquesta del maestro Duarte. Bebo Valdés, uno de los grandes de todos los tiempos, escribe los arreglos y dirige la orquesta para ella.

“Con ellos -evocaba Celeste- grabé grandes triunfos de los años 50, entre ellos “Que me castigue Dios”. Y aprendí lo que era trabajar junto a grandes orquestas, con ellos, mi música sonó mucho, sobre todo en las victrolas. Fue una etapa muy bonita.

Después compartiría escenario en el Aly Bar, con su gran amigo, el gran Benny Moré, también con Fernando Álvarez, y Banca Rosa Gi. Qué más podía pedir.

Cuentan que, por los años 50, Rita Montaner la vio en un programa de televisión que hizo Celeste con Los Papines y comentó admirada: “Al fin veo una artista cubana, que expresa en lo vocal y lo coreográfico, con espontaneidad, sin dobleces, nuestra música popular y folclórica”.

“Esa es la reina del guaguancó”

Y así se le quedó para siempre.

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