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Con su canto y su aroma de futuro

19 de mayo de 2013

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Muerte de Martí. Óleo sobre tela 98x78 / Autor: Alicia Leal

Con la caída en combate de José Martí, en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, Cuba perdía a uno de sus más íntegros y lúcidos hijos, al más relevante revolucionario e intelectual del siglo XIX, que marcaría la historia de su tiempo y del porvenir.

La acción y el pensamiento del organizador de la guerra necesaria para liberar a la patria amada del yugo colonial español, ha trascendido como ejemplar lección de lealtad, entrega, compromiso, a la lucha por la libertad y la justicia.

La muerte física no significó la muerte del ideario de quien organizó el Partido Revolucionario Cubano, fundó el periódico Patria, escribió encendidos versos de amor, creó para las niñas y los niños La Edad de Oro, alertó de las peligrosas aspiraciones del poderoso vecino del Norte…

Los poetas y la poesía, a lo largo del tiempo, han rendido justo y merecido tributo al Apóstol, con textos que, a través de diversas formas estróficas, se han acercado a la esencia y la presencia del Héroe Nacional.

Es esta una breve muestra de esos poemas, que firman poetas de diversas generaciones, estilos, tendencias, escuelas, todos para hablar de Martí y, como escribe en unos de sus versos Ángel Augier, de  “su canto y su aroma de futuro”.

 

Ante la estatua de Martí

El Alma —que hoy evoca el pecho mío—
del noble ser a quien la Patria adora,
no palpita ni canta, gime, implora.
bajo ese mármol silencioso y frío.

¡Tuviera yo el Supremo poderío
que de la noche hizo brotar la Aurora;
de polvo, la Hermosura seductora;
y el casto Amor del lóbrego vacío!

Entonces, esos labios sonrieran;
esas manos, a Cuba bendijeran;
palabras de perdón se escucharían;

mas al tornar el pensamiento grave
hacia el dudoso porvenir iquién sabe,
quién sabe si esos ojos llorarían…!

Mercedes Matamoros (Cienfuegos, 1851-La Habana, 1906)

*****

La tumba de Martí

Hay un sepulcro con su nimbo de oro,
y allí, enjugando su divino lloro,
un arcángel de pie.
Baña la santa losa, ardiente y bella,
de una radiante y solitaria estrella
la móvil brillantez.
¿De quién guarda esta tumba la memoria?
Aquí, bajo el sudario de la gloria,
duerme un rey inmortal.
Rey de los pensamientos insondables
que tornó en certidumbres inefables
su grandioso ideal.
El genio errante, pálido y sin calma,
que sintió en las tinieblas de su alma
estremecerse un sol.
Y sintió, por sus sueños abrasadas,
nacer alas gigantes y estrelladas
en sus hombros de Dios.
¡Héroe sublime que la muerte hiela,
¡duerme! que un pueblo de rodillas vela
esta tumba, este altar!
Pues de un iris espléndido ceñida,
de la rosa de fuego de tu herida
surgió la libertad.

Luisa Pérez de Zambrana (Santiago de Cuba, 1835?-La Habana, 1922)

 

*****
El retrato

Esencial, Increíble,
descorre el mediodía
con mano férrea v dulce,
el miniado manglar.

Y sus insectos suaves,
decorados. Acerca
lo entrañable y lo fiel
como un sincero huérfano.

Penetro despaciosa
el vals vertiginoso
de las palmas inmóviles
al sol, de los yerbajos.

Su traje me conmueve
como una oscura música
que no comprendo bien.
Toco palabra pobre.

Fina García Marruz (La Habana, 1923)

 

*****

Martí

Martí de luz con su estandarte puro
abriendo entre las sombras la mañana,
Martí de alondra y flor en la sabana
con su canto y su aroma de futuro.

Martí de llanto y viento y sol y duro
golpear que del bálsamo se afana,
Martí de resplandor y de campana,
lento metal del tiempo ya maduro.

Libertador del sueño asesinado,
no reposa tu sangre estremecida,
ardiente de tu patria en el costado.

En su silencio de paloma herida
crece tu voz, clamor desembridado
al victorioso impulso de tu vida.

Ángel Augier (Holguín, 1910-La Habana, 2010)

 

*****

¿Qué había en tus ojos?

¿Qué había en tus ojos?
¿Qué veían que mis ojos no ven?
Por todo sitio donde pisaste
bebí como se beben aguas de
ilusoria magia, en tus huellas
perseguí calor.

¿Quién eras?
¿Qué podías tocar que no tocan mis manos?
Sé las figuras, pero también
que apenas
rozo superficies.
Tú, ¿en cuál rugosidad del ser
te detenías?
¿cómo pudiste avanzar al secreto
de lo que se mueve
hasta ser secreto tú mismo?

La muerte, ¿cómo se hace
para amarla?

 

Víctor Fowler (La Habana, 1960)

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