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La cumbre de la falacia

8 de diciembre de 2021

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Como ya se conoce universalmente, el gobierno imperialista de Estados Unidos ha convocado a una titulada “Cumbre por la democracia” para los días 9 y 10 de diciembre, a la cual invitó de manera selectiva a sus participantes y excluyó evidentemente a los que pudieran allí comportarse como molestos y exponer criterios incómodos a los anfitriones.

No es la primera vez que el imperio yanqui intenta imponer al mundo su muy particular, unilateral y arbitraria interpretación de la democracia; una democracia que le permite el libre ejercicio de su hegemonía política y económica (hoy decadente) sobre el resto del planeta y le permita, a su vez, desafiar e incluso ignorar cuando le venga en ganas a la legislación internacional establecida y reiteradamente violada desde Washington, ni excluir a la Carta de las Naciones Unidas, más de una vez hecha trizas tanto por demócratas como por republicanos.

Si no mediara tanta sangre, dolor y sufrimiento por el medio, no dejaría de ser divertido presenciar el espectáculo que se montará desde la capital del Imperio, una mezcla de demagogia, presión y alarde de fuerza (reflejo de su debilidad actual) combinadas con insensatas maniobras -en especial contra Rusia y China- que sitúan a la humanidad al borde de la guerra como en los peores tiempos de la llamada “guerra fría”, de la cual el Imperio supuso haber salido vencedor.

A la larga, la realidad ha sido otra y treinta años después de la jubilosamente proclamada “caída del muro de Berlín” el panorama no puede ser más desesperanzador para el régimen imperial, envuelto además en contradicciones internas de una violencia tal que hacen temblar los cimientos mismos del sistema.

Cada día suman más los gobiernos prestigiosos y los estadistas más juiciosos, responsables y prudentes del mundo que se adscriben a un multilateralismo justo y de respeto mutuo, igualdad jurídica entre los Estados y no intervención en los asuntos internos de cada uno. Las diferentes votaciones acerca de los más diversos temas en Naciones Unidas así lo demuestran de manera fehaciente.

Se abren paso el rechazo al hegemonismo, a las amenazas, a las sanciones unilaterales coercitivas, a los bloqueos de todo tipo y a las presunciones del uso de la fuerza, que antes hacían temblar a los más débiles.

Todo ello explica en buena medida el desesperado llamado a esta virtual “Cumbre por la democracia” que busca legitimar y acomodar las posiciones del Imperio yanqui aun entre sus socios o aliados, muchos de los cuales comienzan a verlo como poco confiable y desleal.

Todo será virtual en esta Cumbre, cuyos propósitos no engañan a nadie; será virtual no solo en sus métodos de comunicación, también lo será en cuanto a la interpretación imperial de la palabra “democracia”, no solo en crisis en cuanto a la política exterior delirante de fallida “policía del mundo”, sino en cuanto a los comportamientos de su propia política interna y electoral.

Será la Cumbre de la falacia, no hay duda.

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