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Evocación de Mario Rodríguez Ramírez. Primer director del Instituto de Meteorología

9 de agosto de 2021

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Han pasado 110 años desde que Manzanillo lo bautizó con las aguas del río Yara y las del golfo de Guanacayabo. Allí nació el 9 de agosto de 1911, y en ella vivió su infancia y parte de su adolescencia.
En 1923 su familia lo trajo a La Habana y le matriculó en el prestigioso Colegio de Belén, donde culminó la segunda enseñanza.
En 1930 matriculó en la Universidad, pero sus estudios se interrumpieron con la clausura de las aulas que ordenara el presidente Machado. Primero trabajó en un central azucarero, y en 1936 ingresó como auxiliar en el Observatorio Nacional, donde conoció a José Carlos Millás, uno de los más notables científicos cubanos de la primera mitad del siglo XX. Muy pronto, Mario devino subdirector del Observatorio.
Tras reanudar los estudios superiores, obtuvo el doctorado en Ciencias Químico-Físicas (1941), y un año después el grado similar en Ciencias Físico-Matemáticas. Al poco tiempo partió hacia los Estados Unidos, donde permaneció 14 meses becado por el Weather Bureau (Servicio Meteorológico Nacional estadounidense), entrenándose como meteorólogo pronosticador (1946). Un año después alcanzó en la Universidad de California el Master of Arts in Meteorology. Fue el primer cubano con formación de posgrado en ciencias de la atmosfera, al que solo aventajaban los treinta años de experiencia que acumulaba Millás.
Deseoso de transmitir y aplicar en su país los conocimientos adquiridos, organiza y desarrolla cursos de calificación para auxiliares meteorológicos. En 1956, concluye y publica la primera versión de uno de sus trabajos más conocidos: Cronología Clasificada de los Huracanes, que tuvo más tarde sucesivas actualizaciones. Por esos años también laboraba en el aeropuerto internacional de Rancho Boyeros (José Martí), en los servicios de meteorología aeronáutica.
Rodríguez dedicó 23 años de su vida al proceso de concebir, desarrollar y aplicar la Teoría Vorticial de los Huracanes, en la que asignaba un papel determinante a la interacción de los anticiclones y no al calor latente de condensación. Sus conceptos propiciaron debates en varios centros de investigación de Estados Unidos y Europa.
En 1964, Antonio Núñez Jiménez, Presidente-fundador de la Academia de Ciencias de Cuba, le puso al frente del Grupo de Trabajo de Meteorología y Astronomía, con el encargo de proyectar y montar 50 estaciones meteorológicas, fruto de la colaboración con la Unión Soviética (URSS).

 

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En 1965 se funda el Instituto de Meteorología, y Núñez lo designa director de la nueva entidad. En ella cumplió una extensa labor como cuadro para la ciencia, mientras transcurría la plenitud de su vida profesional, cuyo intervalo más fecundo va de 1947 a 1977.
Un logro destacado está en la Escuela de Meteorología, con egresados de nivel medio y los primeros de nivel superior. Allí aplicó el principio teórico-práctico; es decir, una combinación de estudio y trabajo. Con ello, los estudiantes se preparaban para una dinámica institucional en la que se retroalimentan el trabajo operativo y los resultados de la investigación. Profesionales de alto nivel, con reconocimientos dentro y fuera de Cuba, proceden de aquellas aulas y tienen a Rodríguez como tutor.
A más del trabajo docente, Mario guió el proceso que dio operatividad a la primera red de radares meteorológicos de Cuba (1964-1966), y puso a punto una estación receptora de imágenes satelitales, recibida de la URSS (1969), que aparece entre las primeras de su tipo en Latinoamérica.
Entre 1973 y 1974, Rodríguez lideró el montaje de otros tres radares meteorológicos, modelo Mitsubishi RC-32 B, más potentes y útiles para el seguimiento y el estudio de los huracanes. Con ellos, la cobertura radárica se extendió hasta La Bajada (Pinar del Río) y Punta del Este (Isla de Pinos/Isla de la Juventud).

 

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Siempre que un huracán amenazaba a Cuba, Mario convertía su oficina en una suerte de estado mayor. Allí permanecía cuando las circunstancias le exigían no abandonar el Instituto, porque la consagración y la excelencia no eran para él formalidades, sino estilo de vida y convicción que respaldaban su prestigio y ejemplaridad ante subordinados y superiores.
Rodríguez permaneció doce años al frente del Instituto de Meteorología, y tuvo entre sus responsabilidades representar a Cuba ante la Organización Meteorológica Mundial. Fue miembro de una decena de sociedades científicas, cubanas y extranjeras, Miembro de Honor de la Sociedad Meteorológica de Cuba (1993) y Premio Nacional de Meteorología (2003). En virtud de su extensa y sobresaliente trayectoria científica recibió la Orden Nacional Carlos Juan Finlay.
Mario forjó una familia ejemplar, a la que entregó todo su amor. Asimismo, sus antiguos colegas y discípulos me han narrado hechos que avalan su alto sentido del respeto y la exigencia, y su apego a los valores humanos, a la decencia, la ética, la justicia y la dignidad de las personas.
Al cesar en sus funciones al frente del Instituto (21 de julio de 1977), continuó trabajando en temas de investigación relacionados con la meteorología tropical. Incluso, intentó armonizar los modelos cosmológicos con la dinámica de los huracanes.
Su vida cesó el 15 de diciembre de 1996; y dejó, junto a su obra, el recuerdo de su permanente entrega a la ciencia de los meteoros.

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