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Víctor Múñoz, más allá del Día de las Madres

10 de mayo de 2013

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Victor Muñóz

El segundo domingo de mayo celebramos el Día de las Madres. Sobre esta fecha y su historia se ha escrito mucho; pero quizás algunos no sepan que un periodista cubano, Víctor Muñoz, aparece muy asociado con estos festejos tan especiales; aunque, en realidad, merece ser recordado también por su labor de cronista y, sobre todo, por la gran influencia que ejerció en el béisbol nacional.

Un breve repaso por la biografía de Muñoz nos acerca al hombre que nació en 1873, en La Habana, y que luego se trasladó con su familia hasta el sur de Estados Unidos. Allí laboró durante algún tiempo como lector de tabaquería en Tampa y Cayo Hueso.

Luego de finalizado el conflicto bélico, Víctor regresó a su Cuba y aquí se vinculó con los diarios El Cubano, La República cubana y La discusión, hasta que se trasladó a un nuevo periódico que nació en los primeros años del siglo XX: El Mundo. En este medio, Muñoz escribió no solo de deportes, sino que su amplia cultura le permitió crear secciones humorísticas y crónicas de costumbre, por lo que se le suele reconocer como un “costumbrista”.

De acuerdo con el periodista Ciro Bianchi, la columna de Muñoz, titulada “La semana”, que se publicaba en El Mundo ilustrado, era una de las más leídas; aunque otra de sus entregas, “Junto al Capitolio”, pudiera considerarse como más creativa, ya que Víctor utilizaba su enorme imaginación y la ayuda de las revistas estadounidenses para escribir semanalmente sobre temas políticos que se abordaban en el Capitolio de Washington. Lo curioso del caso es que, mientras los lectores de la columna creían realmente que el autor de aquel espacio se encontraba en la capital estadounidense, en realidad Muñoz escribía desde la redacción de El Mundo. Allí, en una habitación privada, ubicada en la azotea, Víctor quien siempre fue una persona obesa por lo cual sudaba enormemente, se mantenía lejos de la atención pública y podía concentrarse en su nada fácil labor.

El estilo de Muñoz introdujo una forma diferente de concebir las informaciones beisboleras. Ese cambio fue incentivado por José Manuel Govín, fundador y director de El Mundo quien deseaba que las páginas deportivas de su diario enfocaran de una manera distinta las crónicas y para eso encargó a Muñoz. Hasta ese momento, la cobertura de los deportes se realizaba de una forma homogénea, sin originalidad por la gran mayoría de los periodistas.

Muñoz aceptó el reto y en poco tiempo, “Vitoque”— como le decían cariñosamente— eliminó el uso de los términos ingleses en el béisbol. En su lugar introdujo las versiones al español. Por ejemplo, en lugar de homerun, él escribía jonrón; además sustituyó hit and run por  corrido y bateo.

Además, Víctor sostuvo, en una de sus múltiples crónicas, que era inevitable el paso de los vocablos de un idioma a otro, y en el caso del baseball, como se le reconocía en su época, sus términos acabarían por españolizarse.

La inventiva de Vitoque produjo frases que se utilizaron durante mucho tiempo en el argot beisbolero. Cuando un jugador del cuadro realizaba un mal tiro a la primera base, Víctor escribía: “lanzó para el laboratorio”, porque en el antiguo estadio Almendares Park el lanzador Spade, de la selección de los Rojos del Cincinnati, había enviado la bola por encima de la cabeza del defensor de la primera almohadilla y esta pelota estuvo a punto de introducirse en un laboratorio, situado junto al viejo terreno.

Otro de los términos favoritos de Vitoque era “besalamanos”, que empleaba cuando un batazo iba directo a las manos del pitcher; mientras un jit de “faldeta y maruga” era aquel imparable sin fuerza, pero que nadie podía capturar, lo que hoy llamamos un “texas”.

De la imaginación de Víctor también nació el epíteto “El diamante negro” para José de la Caridad Méndez, uno de los peloteros más completos del béisbol cubano. A Vitoque se le atribuye la creación del “Palacio de los Gritos”, como identificador de aquel histórico recinto, el principal centro durante décadas de la pelota vasca en Cuba.

Desde su puesto de periodista en el diario El Mundo, Víctor logró la ampliación de los servicios cablegráficos deportivos, influyó en el envío por primera vez de una representación periodística cubana a las Series Mundiales de las Grandes Ligas, así como abogó por la profusión de fotografías que daban lugar a grabados grandes en distintas secciones del periódico.

Su conocimiento del inglés y un sentido del humor muy particular lo ayudaron para introducir en El Mundo la sección de muñequitos. En ella, Víctor no solo traducía los comentarios, sino que les agregaba detalles para acercarlos al contexto nacional.

Aunque el aporte de Vitoque a la crónica deportiva cubana sea innegable, su nombre aparece más relacionado con la historia del “Día de las madres” en Cuba.

La celebración de este día se inició en Estados Unidos, en la primera década del siglo XX. En mayo de 1907 Ann Jarvis, quien era una gran activista comunitaria, decidió conmemorar el tercer aniversario de la muerte de su madre. Como las flores favoritas de su mamá eran los claveles, Jarvis entregó eso día claveles rojos a quienes tenían a su madre viva y claveles blancos a los hijos cuya madre hubiera fallecido.
Desde “Junto al Capitolio”, en una crónica titulada “Mi clavel blanco”, Vitoque alabó la iniciativa de Jarvis y escribió que esta mujer “no tardará en ver triunfante su paciente y callada labor, porque ya en los Estados Unidos se ha generalizado bastante la costumbre y los claveles rojos o blancos en las solapas de los hombres y sobre los corpiños de las mujeres darán testimonio de su triunfo.”

Las repercusiones de las actividades norteamericanas se extendieron hasta suelo cubano y un grupo de jóvenes—entre los que se encontraba Vitoque— que se reunían en el Centro de Instrucción y Recreo de Santiago de las Vegas, liderados por el maestro Francisco Montoto, decidieron trabajar juntos para lograr que, en 1920, se celebrara por primera vez el “Día de las madres” en Cuba.

Víctor Muñoz también tuvo una amplia participación en la política y resultó electo concejal del Ayuntamiento de La Habana en 1920. Un año después propuso que se instituyera en el municipio habanero la celebración del “Día de las madres”. Su iniciativa tuvo éxito, aunque no es hasta 1928 que la Cámara de Representantes aprueba, con carácter de ley, la celebración nacional del “Día de las madres.”

Lamentablemente Vitoque no vivió para ver ese día. Su enorme peso corporal le provocó diversas complicaciones médicas y falleció en 1922. Tenía solo 45 años.

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