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Consideraciones de José Martí sobre la vida y labor de Henry Ward Beecher

23 de junio de 2021

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José Martí comentó acerca de la existencia y quehacer de Henry Ward Beecher, quién fue un clérigo congregacionalista estadounidense y prominente abolicionista de la esclavitud.

Su nacimiento tuvo lugar el 24 de junio de 1813 y falleció el 8 de marzo de 1887 en la ciudad norteamericana de Nueva York.

Después de graduarse en el Colegio Amherst y de estudiar posteriormente en el Seminario Teológico Lane, prestó servicio como pastor de las congregaciones de Indianapolis.

En 1847 fue convocado a Plymouth Church of the Pilgrims en Brooklyn y se llegó  a convertir en un famoso orador y uno de los predicadores más influyentes de su tiempo.

Entre sus ideales defendió el derecho de las mujeres al sufragio. Al mismo tiempo se destacó como uno de los principales religiosos que condenaron la esclavitud.

De convicciones fundamentalistas, Beecher enfatizó el amor al prójimo según la moral cristiana, y atesoró su creencia en la Biblia, por lo cual se opuso a la teoría de la evolución de Charles Darwin. Su reputación se vio perjudicada en 1872 cuando uno de sus detractores lo acusó de adulterio. El caso se volvió un escándalo pero más tarde Beecher fue absuelto y regresó a sus actividades como ministro religioso.

Martí hizo referencia a su vida y labor en un trabajo que identificó como Henry Ward Beecher. Primero expuso valoraciones sobre la libertad y señaló que cuando las condiciones de los hombres cambian, cambian la literatura, la filosofía y la religión, que es una parte de ella; y afirmó que siempre fue el cielo copia de los hombres, y se pobló de imágenes serenas, regocijadas o vengativas, conforme viviesen en paz, en gozos de sentidos, o en esclavitud y tormento, las naciones que las crearon.

Significó que cada sacudida en la historia de un pueblo altera su Olimpo; la entrada del hombre en la ventura y ordenamiento de la libertad produce como una colosal florescencia de lirios, la fe casta y profunda de la utilidad y justicia de la Naturaleza.

Seguidamente en relación con el religioso estadounidense Henry Ward Beecher, el gran predicador protestante, que había fallecido, Martí apuntó lo siguiente: “En él, como criatura de su época, la fe en Cristo, heredada de su pueblo, ya se dilataba con la grandiosa herejía, y su palabra como las nubes que se deshacen a la aurora tenía los bordes orlados con los colosales fogosos de la nueva luz; en él, como en su tiempo y pueblo, los dogmas enemigos, hijos enfermos de una sombra madre, se unían atropelladamente, con cantos de pájaros, que festejan la muda de sus plumas a la Primavera; en él, hijo culminante de un país, la vida ha sido un poema y la muerte una casa de rosas.”

Especificó que en la puerta de su casa no pusieron, como es costumbre, un lazo de luto, sino una corona y que sus feligreses le bordaron, para cubrir su féretro, un manto de claveles blancos, rosas de Francia y siemprevivas.

“A su iglesia, detalló, la iglesia que llamó a su púlpito a los perseguidos y rescató a los esclavos, la vistieron de rosas, del pavimento al techo, y parecía al penetrar en el enflorado recinto, ¡que la iglesia cantaba!”.

Precisó que Beecher fue criado en la hermosura y albedrío del campo por padres en quienes se acumularon por herencia los caracteres de su nación y añadió que creció, palpitó, culminó como ella y en su naturaleza robusta, nodriza de aquella palabra pujante y desordenada, se condensaron las cualidades de su pueblo, clamó su crimen, suplicó su miedo, retemblaron sus batallas y tendieron las alas sus victorias.

También detalló: “Él era, en verdad como arpa en que los vientos juguetones o arrebatados, ya revoletean sacudiendo las cuerdas blandamente, ya se desatan con cólera y empuje, arrancándoles sonidos siniestros; más, sin los vientos, ¿qué fuera de las arpas? Él era sano;  caminador, laborioso, astuto, fuerte.”

Igualmente significó al resumir sus características que él usaba, como su pueblo, sombrero de castor y zapatos de becerro y resaltó que cautivó a su congregación con la novedad, llaneza y gracejo de sus sermones así como  arremetió contra la esclavitud con todo su ímpetu.

Patentizó: “Cedió su púlpito a los abolicionistas apedreados por las turbas. Su oratorio batallante y esmaltada y tuvo pronto por admiradora a la nación.”

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Martí aseguró que Henry Ward Beecher fue un orador superior a sí mismo y que divisaba el amor futuro, defendía con pujanza de león la dignidad humana y se le abrazaba el corazón de libertad.

También manifestó: “Demolía involuntariamente; sólo dejó en pie los dogmas indispensables para que su congregación no lo depusiera por hereje. Traía al púlpito a sus adversarios, a un cardenal, a un ateo.”

En la parte final de su trabajo destacó sobre la vida y labor de ese religioso estadounidense: “Grande ha sido, porque fustigó sin miedo a su pueblo cuando lo creyó malvado o cobarde; y, para extirpar de su país la esclavitud del hombre, hizo a su lengua himno, a su iglesia cuartel, y a su hijo soldado.”

Y además agregó: “Grande ha sido, porque, criado a los pechos de una secta, no predicó el apartamiento de la especie humana en religiones enemigas, sino el concierto de todo lo creado en el amor y la alegría, el orden de la libertad y la ventura de la muerte. Y cuando salió de la iglesia para no volver a ella jamás, a la hora en que el sol de la tarde coloreaba el pórtico con su última luz, iba de la mano de dos niños.”

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