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De los males, ¿el menor?

21 de mayo de 2021

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Guillermo Lasso confiesa que estaba loco por ser presidente, y a la tercera vez que lo intentó, lo consiguió, a pesar de que apenas pasó a segunda vuelta, en la que recibió todo el caudal de la votación de la derecha y un abstencionismo decretado por líderes indígenas que no llevan por buen camino a la población originaria.

Así, Lasso hereda un Ecuador que ha sufrido cuatro trágicos años de la gobernanza de un Lenín Moreno, quien, luego de traicionar a sus partido y compañeros- -a quienes persiguió- y al programa de izquierda que sustentaba, hizo cumplir el de la derecha promocionado precisamente por Lasso; y fue más allá, hundiendo a su pueblo en la anarquía y el mal galopante de la epidemia del nuevo coronavirus, que ahora deja para que lo solucione quién fuera su maestro, el actual mandatario.

Lacónico, Lenín dijo en su entrevista de despedida con Lasso que había dejado algunos “pequeños” problemas en el ámbito de la economía, sin mencionar que estaba siendo cuestionado por posibles fraudes, que involucran a su familia.

Sacar a su país de una seria recesión, recuperar y poner a funcionar el sistema de salud pública en medio de una pandemia mal atendida, conversar con sus socios del Fondo Monetario Internacional (FMI) para conseguir aliviar la deuda que dejó Moreno, son algunos de los tópicos a tratar,

Lo primero, ha dicho, es vacunar masivamente a la población contra el Covid-19, y en eso coincide con su derrotado rival, el correísta Andrés Arauz, amplio ganador de la primera vuelta.  Para reactivar la economía hace falta controlar la peor pandemia en un siglo, por lo cual el presidente electo anunció que buscará contactar con Rusia, algo que Lenín nunca haría.

 

CRISIS MULTIDIMENSIONAL

 

El equipo de Lasso declara que Ecuador enfrenta “una crisis multidimensional”. Esto significa que no solamente tendrá que hacerse cargo de una economía que no crece, sino también de la crisis social.

Y para ello “el único remedio es la creación de puestos de trabajo, por medio de la reactivación de la economía, algo que solo se puede lograr con inversión privada, ya que el sector público no tiene recursos”, dijo el exministro de Finanzas Jorge Gallardo Zavala, uno de los asesores de Lasso, quien señaló que” hay un un círculo vicioso que romper: la economía no se puede reactivar sin controlar la pandemia de Covid-19. La salida es vacunar a la mayor cantidad de personas posibles”.

Lasso anunció que planea vacunar al 50% de la población del país en los primeros 100 días de su gobierno, un objetivo bastante ambicioso, considerando que Moreno confesó que el plan de vacunación de su administración “solo existía en la cabeza” de un ministro que dejó el cargo y se fue del país.

Para reconstruir la economía también hacen falta leyes y reformas, en un contexto en que la Asamblea Nacional, que es la que debe aprobar muchos de estos cambios, está fragmentada. Es decir, ninguna fuerza política tiene el control absoluto del Legislativo y la administración de Lasso tendrá que mover unos operadores políticos hábiles para cerrar acuerdos.

El plan que Lasso seguirá incluye atraer inversión extranjera para reactivar la economía, porque los bolsillos del Estado ecuatoriano Lenín los dejó casi vacíos. No hay dinero ahorrado para lanzar paquetes de estímulo a negocios y consumidores, como lo han hecho otros países de la región, Europa y Estados Unidos.

 

ALTERNATIVA

Una de las alternativas de Lasso es apoyar la minería a gran escala, pero tendrá que hacerlo sin alienar a esa parte del electorado, la más joven, que se preocupa por el medio ambiente y por la calidad de vida de las comunidades que viven en las áreas de influencia de los proyectos mineros.

La respuesta del equipo de Lasso es que el gobierno dará su aval para los proyectos mineros que no incumplan con las normas ambientales y hacer consultas con las comunidades antes de otorgar nuevas licencias mineras.

Río Blanco, Panantza, San Carlos, son apenas algunos de los nombres de los proyectos mineros en los que el Estado debe mediar para resolver el choque entre comunidades y empresas.

Otro reto es que Lenín Moreno le deja a Lasso una producción petrolera deprimida, pese a que el gobierno saliente había prometido llegar a 700 000 barriles por día y al finalizar su periodo apenas llega a poco más de la mitad.

El presidente electo sabe que tendrá que hacer una reforma tributaria para simplificar el sistema y aumentar la recaudación de impuestos, considerando incluso la revisión de exenciones ya otorgadas. Por su afiliación neoliberal, Lasso tiene aversión a las alzas de impuestos, para no “sacrificar” a quienes más dinero tienen, por eso, en su plan está eliminar los tributos a las telecomunicaciones y a otras tecnologías.

 

SEMBRANDO EL PÁNICO

Guillermo Lasso no es un detractor, sino un admirador del FMI, pero querrá renegociar el acuerdo que actualmente tiene Ecuador con ese organismo de crédito.

Si el FMI “cierra la llave”, Ecuador se queda no solo sin el dinero, sino también sin el aval del organismo que ha hecho que otros multilaterales se unan al paquete de crédito.

Y, según el gabinete neoliberal de Lasso, Ecuador necesita al menos 10 000 millones de dólares para financiarse en un año. No es un tema menor, porque el gobierno electo sabe que el actual acuerdo con el FMI no es sostenible por las duras condiciones que afronta el país, con un tercio de su población sumida en la pobreza, y que será necesaria una renegociación sin romper “las buenas relaciones” con el ente del Imperio.

Mientras que el correísta Andrés Arauz proponía emplear la reserva internacional de Ecuador en el Banco Central para mover la economía, Lasso apostará por garantizar la “independencia” del Banco Central frente al Poder Ejecutivo.

Es decir, que el gobierno no pueda tomar el dinero público para financiar sus gastos, lo cual significaría la entrega del Banco Central a manos privadas, algo muy conveniente para Lasso, un banquero, y sus amigos del gabinete neoliberal.

Cualquiera pudiera decir que después de lo que ha hecho Moreno cualquier cosa es menos peor, pero ello no puede significar la entrega de la soberanía del país, ya bastante pisoteada.

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